encuentro pronto las ortigas. Ya sabes, son seres taimados que parecen estar siempre esperando tu pierna o tu brazo desnudo para abrazarte con su ardor. A veces se alían con la brisa o el viento para darte un latigazo más imprevisto y mucho más venenoso, pero yo he aprendido a caminar junto a ellas y mantenerme indemne. De hecho he firmado con ellas un pacto de no-agresión y caminamos por los mismos sitios con respeto mutuo. Por supuesto, sé que son taimadas y que no puedo levantar la mano, porque no estoy seguro que ante un descuido mío caiga sobre mi cabeza su espada de damocles...