En la cabecera soriana del Duero, al menos hasta los años 70, el entretenimiento deportivo por antonomasia era la pelota a mano. En los pueblos de la zona no faltaba un frontón y los chicos pasaban casi todo el rato que podían, pues el agropecuario exigía casi todas las horas para los zagales del pueblo. Era tal la afición que hasta los veraneantes participaban. Cada día las parejas cambiaban, pues unos días faltaban unos, otros días otros, las circunstancias variaban pero el juego de pelota ejercía una atracción incontestable. Como no había mucho dinero, los adolescentes no accedían fácilmente a pelotas compradas, de modo que hubo que ingeniarse otros medios. Uno de ellos, el más socorrido, era usar unos guantes de goma y el ovillo de lana así como una canica dura por ejemplo de madera, todo ello mucho más barato que una pelota adquirida en una tienda. A principios de los ochenta las raquetas entraron en los frontones y ya no han salido de ellos, desbancando por completo al juego a la mano para siempre.
Estos días una persona me pidió le hiciera una pelota y me puse a ello. El resultado final, diréis, deja mucho que desear pues ni siquiera es redonda. Bueno, tened en cuenta que no he vuelto a hacer una en cuarenta y cinco años y la práctica lo es todo. Esta desde luego no valdrá para jugar pero es un bonito recuerdo
Aquí las fotos de la elaboración
Poco a poco el pelotín con las tiras del guante de goma
Sobre el pelotín el hilo
Finalmente el esparadrapo para apretar bien y proteger el hilo de lana de los golpes que lo podrían destensar o cortar
Estos días una persona me pidió le hiciera una pelota y me puse a ello. El resultado final, diréis, deja mucho que desear pues ni siquiera es redonda. Bueno, tened en cuenta que no he vuelto a hacer una en cuarenta y cinco años y la práctica lo es todo. Esta desde luego no valdrá para jugar pero es un bonito recuerdo
Aquí las fotos de la elaboración
Poco a poco el pelotín con las tiras del guante de goma
Sobre el pelotín el hilo
Finalmente el esparadrapo para apretar bien y proteger el hilo de lana de los golpes que lo podrían destensar o cortar
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